La Ciudad de México vivió una semana donde el arte contemporáneo se apropió del vértigo y la estética del automovilismo. En el Hotel Sofitel de Paseo de la Reforma, la muestra «El Arte del Gran Premio» reunió a creadores como Pedro Friedeberg, Pablo Fierro, Alejandro Baruch, José Cacho y José Gomseg, junto con intervenciones en vivo de Adry Balbo, Simona Ahued y Estephania Barba, quienes exploraron los vínculos entre movimiento, diseño e ingeniería a través de una experiencia multisensorial que convirtió al recinto en una galería en constante aceleración.
El arte como motor estético
La pieza central fue una escultura de tamaño real de un monoplaza de Fórmula 1 intervenido por José Gomseg, instalada en el lobby principal del hotel, símbolo de la intersección entre técnica y creatividad. En los distintos espacios, las obras y performances propusieron una reflexión visual sobre la velocidad, la transformación y el poder simbólico de la máquina, en una curaduría que situó al arte como protagonista de la experiencia del Gran Premio.
Más de 700 invitados —entre artistas, coleccionistas y figuras del ámbito cultural— asistieron a la velada que combinó instalaciones, pintura, performance y música, con un espíritu de celebración que también subrayó la relación entre el arte y la innovación tecnológica. Las presentaciones musicales y las piezas performativas ampliaron la propuesta, llevando la emoción del circuito automovilístico al terreno de los sentidos.
Una mirada desde el arte contemporáneo
«El Arte del Gran Premio», coordinado por ADN Colectivo, formó parte de las actividades paralelas al Gran Premio de México de Fórmula 1, y dejó ver cómo la cultura contemporánea mexicana se entrelaza con las dinámicas globales del entretenimiento y la industria. Al trasladar el lenguaje de la velocidad al espacio del arte, los creadores participantes plantearon una lectura estética del movimiento, la precisión y la potencia mecánica como metáforas de nuestro tiempo.
Más allá del espectáculo deportivo, la muestra propuso una reflexión sobre la energía creativa que mueve a una ciudad como la capital mexicana, donde el arte —como la velocidad— se vive con intensidad, riesgo y belleza.

 
			


 
			






























