«Rioja en México: cien años, mil sabores, una sola copa»
Entre aromas antiguos y copas que tintinean como campanas de celebración, el pasado 6 de octubre se llevó a cabo el Octavo Festín Sabores y Armonía, una velada que rindió homenaje a los 100 años de presencia de Rioja en México, en un encuentro donde el vino, la gastronomía y la historia se fundieron en una sola experiencia sensorial y emotiva.
Este evento fue un viaje, un puente tendido entre los viñedos dorados de Rioja y el corazón palpitante de México. En el marco del centenario, más de 20 bodegas riojanas participaron en esta edición especial, trayendo consigo más de 30 etiquetas que ofrecieron un amplio abanico de estilos —desde blancos frescos y aromáticos, hasta rosados vibrantes y tintos de cuerpo y memoria—, como un reflejo vivo de la riqueza de esta denominación que es, desde hace un siglo, sinónimo de excelencia y tradición.
La atmósfera fue la de una fiesta digna de los dioses de la vid. Cada copa alzada fue una historia contada, una añada celebrada, una tierra compartida. Los asistentes —entre los que se contaron sommeliers, chefs, distribuidores, amantes del vino y prensa especializada— se dieron cita en un escenario cuidadosamente curado para invocar el espíritu de Rioja: elegancia sin artificios, calidez sin estridencias, profundidad sin olvido.
La propuesta gastronómica, por su parte, rindió homenaje a los sabores más entrañables de la cocina riojana, con una selección de platillos tradicionales preparados por chefs invitados, que dialogaron a la perfección con cada vino en un maridaje de respeto y osadía. Fue, sin duda, un festín que honró su nombre: una verdadera armonía de sabores, tiempos y afectos.
Durante la jornada se celebró una relación centenaria. Se brindó por los pioneros que abrieron camino, por las familias que han cultivado esta alianza con pasión y paciencia, y por los nuevos capítulos que aún están por escribirse entre Rioja y México.
Con cada edición, Sabores y Armonía ha crecido en relevancia y esta octava entrega marcó un hito al convertirse en un homenaje vivo a una historia compartida, una fiesta de la memoria sensorial que recordó que el vino se degusta, se recuerda, se sueña, se agradece.
Rioja es una promesa embotellada, un lazo que se estrecha con cada sorbo y que, hoy más que nunca, encuentra en México una tierra hermana donde florecer otros cien años más.
El vino de Rioja es tiempo embotellado, es sol filtrado por la tierra, es la paciencia convertida en arte. Es el susurro del viñedo al atardecer, el pulso constante de una tierra que ha sabido esperar para ofrecer su verdad en cada copa.